Pintura Latente II, reúne a pintores de Valparaíso que comparten orígenes comunes y que vienen por décadas produciendo, desde una lateralidad forzada, orbitando la escena plástica local y nacional. Su agrupamiento obedece a la anagnórisis territorial, y aceleración que PCdV ejerce en el territorio. Proyecto Catalepsia se define como una acción por recobrar la aceleración de los procesos productivos en el campo de la visualidad desde la ruptura de los acuerdos de lectura instalada. Pretendemos recalcar detalles mínimos para transformarlos en verdades contundentes, de modo que podamos recontextualizar los emblemas de la patrimonializacion porteña -si es que existe- para volver a poner en circulación el imaginario menos mediatico, de modo que fracture los acuerdos pactados de lectura de obra.
Construimos imágenes que son,-en la obra- un estado psicopatriotico, y esta es expresión del ambiente que habitamos, se impone mas espontánea que programática en respuesta a un entorno predominantemente mas emotivo que intelectual. Creemos que no se ha dicho suficiente respecto a los procesos internos y simbólicos, configurantes de la trasgresión del hecho pictórico en la ciudad de Valparaíso.
Algo hay que descoloca nuestra percepción y obliga al ojo a querer descubrir qué de estos paisajes (in-out) de una supuesta ficción identitaria del cotidiano configuren el trastoque. Ese algo proponemos nombrarlo pictóricamente, desde la evidencia, concepto que mejor describe las sensaciones que provoca la obra. Lo relevante se suscita cuando lo reconocido como familiar, íntimo y cercano se torna extraño y desconocido, provocando a quien lo experimenta sentimientos apatridas.
La muerte de la pintura ha sido pronosticada durante décadas, sin aún producir el corpus delicti. Por tanto asumimos que no hay cadáver y la muerte aun no se ha oficializado. No pretendemos parodiar el contexto contemporáneo y las condiciones locales, sino mas bien ofrecer una visión banalizada del drama que oscila entre lo trágico y lo irónico de la ciudad y nuestra relación con ella desde la pintura.
La voluntad y capacidad de pintores porteños (como se nos define) , para asimilar el mestizaje de los códigos o acaso, su disposición a resolver con actitud pasmada el desafío de pintar “localmente”, tienen un vinculo notable con fenómenos como la implantación meta-narrativa que imponen los patrones de la obra contemporánea, aunque esto también podría entenderse como la simple conciencia de que no hay mucho que ver y por tanto nada que pintar.
La Catalepsia es la metáfora oficializante de la pintura local, de quienes aseguran que la muerte es la única cosa segura que existe, con todo esa experiencia límite tiene muchas formas de enunciarse y escribirse. Es por esto que las poses melancólicas o incluso la nostalgia decorativa que llevó a rehabilitar la cursilería, encubren el cinismo de temporada que ha sido capaz de asumir la provocación, en un paradigma de neutralización de toda crítica, cuando son pocas las narrativas que escapan de la evocación folklorizante y, en los quicios hegemónicos, la banalidad, el hermetismo y la ortodoxia del trauma, han convertido a la experiencia estética porteña en la sobrecarga de lo mediocre.
Si, efectivamente, hemos perdido la capacidad para extender las pretensiones y retensiones para organizar un pasado y el futuro pictórico en una experiencia coherente, es difícil imaginar de qué modo las producciones de pintor local podrían dar otro resultado que fragmentos y la práctica de lo azarosamente heterogéneo, fragmentario y aleatorio se constituyan en la misma obra.
Sumidos en la practica institucional del formulario que antecede al decreto (acaso por una secreta intención de catalogar lo malo y, al mismo tiempo, promover delirios culturales generalizados), asistimos al vértigo del paisaje convertido en patrimonio por decreto, no tienen que ver con la memoria creativa, al contrario son el síntoma de lo que podríamos llamar lo subjetivo deyectado. Desde ahí es que esta muestra hace un esfuerzo por dar testimonio que significa ponerse en relación con el propio lenguaje, en la situación de los que la han perdido.
Frente a la degradada ambigüedad de las actitudes artísticas contemporáneas recientes, resultan difíciles de saber si son formas de la resistencia semiótica o poses de franca decadencia revolucionaria. Los mas radicales terminan por confesar su estructura satírica, la abstracción deriva hacia una ornamentalidad auto-satisfecha y el conceptualismo demuestra, en muchos casos, una impotencia ideológica mayor. Finalmente el hecho pictórico recobra sentido, -es cierto que toda religión empieza como crisis de culto-, y, acaso, nos encontramos en el borde, en el que la disolución de las experiencias que fundan los modos de vivir la ciudad de Valparaíso y representarla. Esto nos ha llevado a una ritualización museográfica de todo aquello que ejercía como paisaje interior precisamente reducido por algunos, a algo digno de ser aceptado o introducido en la institución canonizadora e higienizante del patrimonio. La ciudad convertida en estandarte o consigna, la cotidianeidad abierta a una sorprendente obscenidad, asumiendo el silencio cómplice de la contemplación. En última instancia, el problema de pintar la ciudad y pintar desde la ciudad las maquinaciones contemporáneas no incurre en la memoria, dado que tampoco hay nada que sea digno de la memoria, sino mas bien la pérdida de esta. Resulta cada vez más difícil intervenir en lo que comúnmente llamamos espacio público, entre otras cosas porque la ciudad está completamente dislocada y la mayoría de los ciudadanos se entregan gozosos (entre el aburrimiento domesticador y los rituales del ridículo ajeno) al gran desconfinamiento realizado por medio del evento carnavalesco al menudeo, en cómoda cuota mensual e inocuidad en la audiencia.
Algunos creadores somos capaces de mantenernos en el peligroso filo que separa (y pone en contacto) lo maravilloso y lo banal. Es precisamente desde ahíy no en un trascendentalismo huero donde vemos surgir lo singular, entrando a fondo en una realidad, etimológicamente, idiota,para conseguir otras intensidades, en las que el fulgor del placer y la vibración del concepto no tienen que ser antagónicos. Conviene entonces revisar el sentido de la pintura, como un viaje al encuentro de sí mismo, algo que finalmente viene a ser una línea de resistencia contra la estetización difusa de la espectacularización hegemónica.
Esto lo venimos haciendo desde hace un tiempo y tiene que ver con la investigación del espacio sociopolítico que como pintores porteños, hacemos de la investigación de lo inmediato, el color-paisaje y el paisaje imagen como un drama del lugar. Por un lado, el decimonónico bastidor en tela, considerado como accidente, con la precaución al hecho moral de hacer huella de la divergencia y encontrar la comprensión del hecho pictórico. Con es e sincero esfuerzo hacia lo absolutamente imposible.
Catalepsia es resultado y consecuencia de una cadena, disposición de obligaciones cómicas con uno mismo, prescinde de búsqueda del escenario validado. Hemos sorteado las arengas de incitación al “Melladicidio” por nuestros pares y hemos acogido la invitación de aceleración en la escena porteña.
Pintura Latente II, Catalepsia, esta referido a lo que pasa, ocurre. La realidad que la obra constatada, posee el mismo carácter del acontecimiento. Con la diferencia que este no se despliega como una dimensión épica, al final se trata de pequeñas situaciones cotidianas discretas e intimas. En principio, todo acontecimiento es, al mismo tiempo narrable y visible; se dice en este sentido, que es atestiguable.
Quizá ello represente para la pintura local una nueva oportunidad. Todo dependerá, una vez más, de la lucidez y la voluntad. Lucidez para adecuar sus convicciones más arraigadas a los nuevos requerimientos, replanteando todo lo que sea necesario replantear, y voluntad para sostener sin desfallecimientos una vocación de autonomía, un rasgo diferencial en una ciudad que parece dominada por una pasión entrópica e igualmente disfuncional.
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Proyecto Catalepsia como tráfico de obras en territorios distintos
Catalepsia
Carrasco-Vergara-Rioja, como laboratorio de incidencias precaria en la escena local.
Proyecto Catalepsia ha decidido participar de la invitación a “disponer de un dispositivo de exhibición” PEV es un proyecto a través del cual se recuperó una vitrina, ubicada en la entrada del Palacio Carrasco, ubicado en Avenida Libertad 250, para ser intervenida con propuestas de arte y constituir, así, una galería temporal al paso al interior de un antiguo palacete viñamarino, entendido como una vitrina secular de muestrario para prácticas de arte preferentemente contemporáneo.
Vergara
Olivares refuerza una mirada a las prácticas de tráfico entre los diferentes dominios que da cuenta del privilegio de mecanismos de control de IN-OUT para fortalecer las fronteras disciplinarias. Esto ocurre generalmente en proyectos o planes académicos concebidos como “trans”, “multi”, “pos” e “inter”, al igual que en iniciativas desde el arte o la gestión cultural cuya finalidad declarada es la inserción del mismo en el tejido social. Desde nuestra perspectiva, el intercambio disciplinario es más la cara pública de un negocio académico y de consecución de recursos en el campo del arte antes, que un ejercicio coherente y sistemático orientado por diálogos sintonizados entre practicantes/traficantes de diferentes “salas/territorios”. En consecuencia, un sistema así constituido está compuesto por negociaciones que guardan relación básicamente con el acceso a redes sociales establecidas dentro de uno u otro campo y de otras diseñadas para maquillar las disciplinas o los proyectos y, así, otorgar un toque interdisciplinario y/o contemporáneo a los mismos. Las iniciativas como PEV, para establecer un diálogo más sistemático y orgánico, sin embargo, son excepcionales. Una iniciativa exitosa en términos de los reconocimientos públicos, aunque emergente y de futuro incierto dada la fragilidad política y precariedad institucional del proyecto. Para los estudiantes de arte, todos con una falta de disciplina académica en el medio, se expresa en deficitarias prácticas de lectura y la relativa ausencia de criticidad frente a la realidad social. Catalepsia instala la conciencia de la necesidad de una mirada etnográfica, sociológica o histórica que empieza a ser asumida como un componente importante a la hora de conceptualizar sus proyectos. Francisco Olivares Re-compone los acuerdos pactados de análisis pictórico y los extiende a tensiones institucionales pictóricamente más reflexivas.
"Vergara" Espacio PEV.
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Fabián Zamorano trabaja desde hace siete meses en el Taller Catalepsia, además de estar en el último año de la Escuela Municipal de Bellas Artes, en esta circunstancia está dedicado a la producción y estudio de la ciudad de Valparaíso, como soporte intelectual y como referente visual.
Leemos de sus propias palabras:
Mi obra es de carácter informalista , dentro de la pintura, con esto trato de darle una gestualidad, jugando con los accidentes que van ocurriendo a medida que avanzo sobre la tela, sacando el dibujo del cuadro (cambiándolo por una mancha con más expresión, que sea irrepetible), dejando que los diferentes materiales se mezclen y se creen composiciones sobre la tela; construyo un cuadro en base a materialidad (tierra, cemento, pasta muro, etc.) y pigmentos varios, de diferentes colores y tonos( ocres, tierras, blancos negro) sobre la vitrina y dándole otro valor pictórico a los materiales, creando diferentes mixturas y acercándome un poco al arte póvera; todo esto para situarlo dentro de una corriente más a la vanguardia en el arte, mas contemporánea.
En esta propuesta presento imágenes y textos sacados de diarios, revistas y carteles que están pegados en la calle, que reflejan una realidad socio-cultural de una forma expresiva, estas imágenes las voy perdiendo con diferentes pigmentos para que se complementen con la materia que le impregno a la tela; dándole una estética de urbanismo, de muralla, Con esto la obra toma una perspectiva más urbana, rescatando el lado artístico de la muralla y asociándola al movimiento informalista del arte
La franja de color puro en el costado es para darle tensión al cuadro, que dentro de la composición exista algo que dirija la vista en una dirección y se produzca un recorrido visual en la obra.
Antoni Tapies se refería así a la austeridad cromática q disponía en sus cuadros: Fabián Zamorano
El Taller Catalepsia se desplaza hasta la ciudad de Viña del Mar en una trilogía de exposiciones; “Carrasco”, “Vergara” y “Rioja” que estarán desarrolladas consecutivamente por Fabián Zamorano, Francisco Olivares” (profesor del Taller) y Samuel Pérez.
"Carrasco". Espacio PEV
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Desastre es una obra que da cuenta de una racionalidad específica tras del suceso del incendio que afectó a la ciudad de Valparaíso en abril de 2014.
El poder de la destrucción inevitable del incendio, afecto las condiciones políticas, culturales y económicas de la ciudad, y en esta aún no se dimensiona la real catástrofe que estaría por venir, si se mantiene la misma paradoja de desvinculación destructiva de la ciudad. De este modo DeSastre articula diversas instancias extraestéticas con el objetivo de poner en evidencia las estructuras mentales e institucionales que subyacen a los acuerdos tácitos de una obra de estas características, transformándose en insumo para una supuesta teoría local en construcción, por esto es que radicalizamos las relaciones de subjetividad desde las plataformas locales más básicas, que como función primera rescata del vertedero prendas acopiadas tras el incendio y que fueron abandonadas por la autoridades, DeSastre es un dispositivo que se propone revisar los fenómenos sociales de ayuda, y voluntariado. Sus alteraciones implican la percepción de esa estructura en su historicidad, la inoculación de nuevas necesidades y la reasignación de los grados de urgencia; por lo que esta obra pone el énfasis en el estadio del poder y en las instancias institucionales y subjetivas en las que se decanta, pero también saca a la luz los puntos de fractura de estas relaciones entre las prácticas normativas de subjetivación, las instituciones y los criterios de oficialidad respecto de una emergencia.
DeSastre es una instalación de contraespacio, es en sí misma un espacio diferente, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos, generando “un lugar sin lugar”. Los espacios utópicos flotan en la imaginación sin una ubicación espacio-temporal, las heterotopías se construyen en tiempo y espacio real, están en constante transformación, nunca permanecen, son nómades, se desplazan por la cartografía y fluctúan por el territorio a la par de la sociedad que las define. Otra impugnación de lo real que crea “otro espacio real tan perfecto, meticuloso y arreglado cuando el nuestro está desordenado, mal dispuesto y confuso”. Las heterotopías son los lugares reales donde se cumple la utopía.
DeSastre es una construcción heterotopica, un dispositivo de habitabilidad primaria que propone generar tensiones en torno a un criterio histórico, pretende operaciones de sismograma del presente ya que en si misma residen iniciativas que re/dibujan las coordenadas cuando es todo uno lo que ha sido afectado, corroborando las sospechas de los más desentendidos, es decir alguien ha sembrado el paraíso de infiernos y ya no hay recuerdos para engañar a la muerte, ella predice su eternidad sin pudor.
Henry Serrano
Condell es un proyecto expositivo que se basa en los agenciamientos específicos que la institucionalidad cultural de Valparaíso en la producción de territorios, geografías que vinculan hábitos, conceptos y cuerpos, haciendo atendibles sus relaciones, que crean cercanías y alejamientos y permiten recorridos coerentes. Estas son obras de territorialización se ponen en relación con cosas hasta este momento desvinculadas y carencian afinidades hasta este momento pulsantes e implican en consecuencia movimientos paralelos de desterritorialización. Más aún, la definición de un territorio en la ciudad de Valparaiso, con su componente de articulación, exige una previa desarticulación de las relaciones territoriales precedentes. Corresponde decir que el territorio porteño más que un ente estructurado, es una puesta en acto, que no tiene más sustancia que la que se deriva de la actividad de poner en relación sus accidentes.
En buena medida cabría afirmar que el territorio natural de “lo porteño” es la desterritorialización. Ser porteño no sólo es ser un individuo que habita en una ciudad disfuncional dicho de otro modo, es un ciudadano adaptado a su inadaptación; porque sus procesos de adaptación implican una suspensión o recalificación de los hábitos urbanos previos.
El proceso de emancipación que define al ciudadano moderno está determinado por el abandono del hogar, La permanente expatriación del porteño se compensa con el establecimiento de nuevas relaciones que siempre estarán marcadas por la melancolía causada por el abandono de un estado psicopatriotico (donde se reconcilia vida y sentido) pero que jamás nos devolverá a un estadio originario que, en realidad, siempre fue otra forma de territorialidad.
Por ello mismo, el desarraigo porteño no se traduce en una desterritorialización que no produzca nuevas formas de territorialidad. La desterritorialización es un elemento connatural al ser humano: las formas de producción (deslocalización), el desastre del incendio de abril de 2014, ha acelerado la crisis del espacio físico como sustrato indisociable del territorio de jurisdicción de las prácticas que definen las diferencias entre “unos” y “otros” (los de “arriba” y los de “plan”, la institución del arte ya no se ubica en el museo, las identidades ya no encuentran una tierra prometida. Pero todos ellos se reubican en discursos que definen territorios, cada día más parecidos a los mapas, que producen nuevos agenciamientos, juegos de lenguaje o poder, en el que pierden importancia las causalidades, las jerarquías, los lugares de estancia y la ganan las intensidades, los contagios, los lugares de paso, de la analogía portuaria y marinera de Carlos Condell.
El gabinete: pieza del palacio usada para lugar de estudio y retiro, que en el renacimiento italiano se denominó studiolo, en la época isabelina inglesa closet y en la época barroca francesa recibió su definitiva denominación de cabinet.
Gabinte Catalepsia es una plataforma fisica e intelectual que cobija una experiencia de estudio, dialogo e intercambios estéticos en la periferia de la ciudad segun los encuadre que genera Catalepsia
Gabinete se proyecta como un espacio expositivo donde se presentan proyectos colectivos e individuales de artistas, diseñadores, curadores, investigadores, arquitectos, biólogos, museógrafos y promotores culturales.
Proyecto Catalepsia vienen realizando desplazamientos en territorio desde hace tiempo, la actual experiencia expositiva es entendida como un esfuerzo por activar micro iniciativas que comparten origen con Catalepsia, a saber Academia-crisis, curatoria razonada, desplazamientos, reformulación de la escena y que permitirá una discusión más detenida sobre las múltiples prácticas de tráfico entre los distintos territorios. Caso contrario, la consecuencia más recurrente en el campo artístico -salvo honrosas excepciones- es la emisión periódica de obras o intervenciones aderezadas con folklorismos sobre la identidad cultural y/o apuntes de pensamiento social. En donde se ha tendido hacia la experimentación textual con la finalidad de desestabilizar los códigos disciplinarios como efecto de la crítica tardomodernas a la representación etnográfica en los noventas, sólo recientemente, sin embargo, se ha empezado a articular una reflexión más sistemática y dialógica sobre los flujos posibles de la obra y su defección en el territorio. Sobre la economía de las drogas ilícitas como referente metodológico, Catalepsia cruza su territorio porteño hacia la pos-oligarca viña del mar ,la noción de “tráfico” nos permite aludir metafóricamente a tres aspectos cruciales del cruce de fronteras: primero, transportar o movilizar bienes --en este caso, simbólicos, esto es básicamente ideas, conceptos, preguntas y métodos, pero también estrategias de apropiación y re contextualización pertinentes tanto a la etnografía como al arte contemporáneo-- de uno hacia otro, y, segundo, al carácter “contaminante” que tales bienes pueden eventualmente tener cuando aparecen circulando en contextos tales como el académico, y el de las artes visuales, provocando por ello estrategias defensivas y de delimitación de las fronteras que reiteran sospechas y separaciones entre unos y otras. Tercero, la connotación ilícita que se añade a la noción de “tráfico” funciona para dar cuenta del carácter conflictivo, problemático y hasta subterráneo de las negociaciones que tienen lugar en el día a día del diálogo entre distintos saberes y conocimientos sancionados académicamente como disciplinas, negociaciones y diálogo que obedecen a un set de microprácticas propio a cada uno de ellos. Por último, la calidad de traficante supone la incorporación de un cierto capital simbólico, solamente posible por el dominio de los códigos de la ilegalidad. Con las consideraciones anotadas, “tráfico”, en definitiva, denota la transportación de un centro/paquete de ideas disciplinadas dentro de un campo teórico a otro, con la posibilidad de hacerlas pasar como propias en ambos territorios. Por disciplina académica entendemos al agregado de categorías intelectuales, que una vez autorizadas, promovidas y popularizadas dentro de estructuras institucionales, tienden a la producción, reproducción y transformación de saberes, tradiciones y adiestramientos en determinadas teorías y métodos. Actualmente una postura que se expresa en la oferta académica es aquella que valora las bondades de los cruces disciplinarios.
Pintura Latente II
Trilogía
Desastre
Condell
Gabinete
Fundamento